viernes, 5 de noviembre de 2010

Tierra sedienta

 
    Hace meses que no caía una gota en New Hampshire, mucho menos en Sunapee, pueblucho donde la tierra reseca comenzaba a dibujar sus primeras grietas.
  La familia Riverside, envidiada en la posguerra por su ostentosa reserva de tubérculos, verduras y un gallinero de los huevos de horo, recibía por primera vez los embates de la madre naturaleza. Robert Riverside (R R se leía en sus verdes tractores, ahora despintados y corroídos por el óxido) meditaba largamente, recostado en su oficina, la posibilidad de vender la finca y aventurarse en otros negocios.
–­­- La cena esta lista–­­- llamaron desde la cocina. Robert se demoró unos minutos. Nunca había sido el último en sentarse a la mesa. Nancy y Jerry rezaban sobre el plato de puré y Eva ponía los vasos, mirada que vacila hasta posarse en su marido:
­­­­­­­­–­­- Amor, los niños no van a comer hasta que vuelva la lluvia. Dios nos pone a prueba.
–­­- Hay que esperar, Eva, el servicio meteorológico estima una semana más
–­­- No es eso amor, mira hacia afuera
  Robert  se asoma por la ventana  y ve un campo irreconocible, arrancada la poca cosecha que quedaba, como si un tornado hubiese visitado New Hampshire. Fue un robo, un cobarde robo, se remordía con los dientes apretados. ¡Eva cuida a los niños!. Robert tomó su carabina y, farol en mano, saltó por la ventana para internarse en la oscuridad.
¿Papa va a volver? Preguntó Jerry que tenía los codos con puré. Eva lo beso en la frente
  La mañana siguiente Robert regresó sin farol y sin carabina.
–­­- Eva, aparecieron papas y zanahorias, con toda la tierra removida, ¿qué paso?
En mitad de su desayuno, Eva apoya el vaso de naranja y responde con otra voz.
–­­- Son los Pies negros Riverside, muertos o vivos, son los indios quienes están  desapareciendo nuestros alimentos.
–­­-¡Santo Dios Eva, que brujerías son esas!
–­­- Jerry me lo enseño en su manual de escuela. Pisaron  este suelo hace cien años y esperan a que llueva, amor, como nosotros.
Robert salió dando  un portazo mientras los niños bajaban en puntas de pie por las escaleras.
–­­- Nancy, hagamos la danza de la lluvia como en las historias que nos cuenta el abuelo
–­­- No por Dios, a ver si vienen a nuestro cuarto mientras dormimos

Eva fue a calmar a su esposo que estaba arrodillado intentando disimular las lagrimas, unas lagrimas que lo volvían la vergüenza de New Hampshire. Robert, hombre de roble, cristiano y granjero, llorando como una niña.
Al atardecer cubrieron juntos el medio centenar de pozos y eso les llevo hasta el día siguiente.  La sorpresa fue encontrar más papas y zanahorias enterradas

RADIO HONKY TONK, AL ESTE DE NEW HAMPSHIRE


Aficionados, luego de pasar revista sobre el pronostico del tiempo les ofrecemos una rebanada del mejor blues de Chicago: B.B. King  y su “Call It Stormy Monday”:

“Oh they called it, they called it stormy Monday, but Tuesday, Tuesday is as just as bad...”

Eva y Robert regresaron sudados, con los rostros enrojecidos, para darse un baño juntos. Jerry irrumpió corriendo en pijama desde las escaleras
–­­- Papá ,¿los indios van a volver?
–­­- No creo hijo, esta noche voy  a vigilar el campo, así que duerman tranquilos y sueñen con papas y lechugas voladoras (Robert se seca la frente)
  El lunes por la madrugada llegó la venerada lluvia. En su repiquetear despertó a Nancy y a Jerry, que saltaron de la cama. Eva preparaba entretanto el banquete celebratorio.
  La finca de los Riverside se había convertido en un verdadero pantano. La lluvia, caudalosa, enfurecida, se tomó dos días, que para los habitantes de Sunapee parecieron un diluvio bíblico. En el lodo quedaron dibujadas cientos de pequeñas protuberancias. Robert esperó al último sol de la tarde para abocarse a la tarea de desterrar los bermejos frutos que el aguacero había ofrendado.

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