viernes, 5 de noviembre de 2010

Jengibre temerario

A André Bretón y su escritura onírica

   ¿Porqué nadie sabe porqué las naranjas decantan en los bosques que se enredan cada tanto en madejas insoportables? Sabrá alguien como quitarlas de allí ni bien empiezan a ponerse impacientes y trepan de los árboles hasta las copas para dirigir la mirada hacia los transeúntes desprevenidos que se pasean por la rambla con estupideces varias que decidieron obtener tirando míseros dólares a las fauces del vendedor de turno. No es posible que esto suceda a las naranjas que se visten así porque ya no les queda consuelo de llorar tanto jugo a esta altura del año. El sapo las mira plácido, cómodo desde su estanque de agua verde. Desenrolla una lengua pegajosa donde quedan atrapados cientos de mosquitos pero la lengua no alcanza ni por decenas de metros la copa de los arboles. Los sapos quieren las naranjas, pero claro, no pueden comerlas y menos de un bocado, sino que se contentan ya con lamer su contextura, con rozar su lengua por su cuerpo, a todas luces, naranja. Y las libélulas se pasean incrédulas de aquel espectáculo que ven sus ojos oblicuos. Un desfiladero de hormigas se detiene a observar la quijotesca hazaña del sapo, porque así se ve al sapo, obstinado, sin detener lo que ya empezó madrugadas atrás y que a esta altura es un intento vano, digo, el de querer desprender aunque sea una naranja del árbol con la fuerza de su lengua. El lémur se ríe a carcajadas para suplantar a la hiena y un insecto aún no clasificado (porque se sabe hay cientos de miles) cuchichea con otro que sí fue clasificado pero cuyo nombre cambiaron tantas veces en los manuales escolares que ya no se sabe quien es. Una naranja se balancea, una, dos, tres, cuatro veces, y parece que al fin va a desprenderse con una última estocada de la lengua del sapo pero ahí mismo la araña de 9 patas la envuelve en la telaraña que es su baba, y de un tirón se va al fondo del estanque con naranja y todo.
El sapo la mira caer, la libélula se va corrida por el espanto. El desfiladero de hormigas sigue su curso, los insectos inclasificados son aplastados por una bota y el lémur sigue riéndose sin parar, tanto que cede a las ganas incontenibles de hacer pis en todo el estanque…
G.J.

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