jueves, 20 de junio de 2013

Algo muy grave va a suceder en este pueblo


Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:
-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
-Te apuesto un peso a que no la haces.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
-¿Y por qué es un tonto?
-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice su madre:

-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.

La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.
Entonces la vieja responde:
-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
-Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
-Hay un pajarito en la plaza.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
-Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
-Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
 
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.

Gabriel García Márquez 

jueves, 1 de diciembre de 2011

2.

Si se miran las arañas trepadas a los ojos con botas de colores seguro que se enredan en madejas interminables y espasmódicas. Estan cubiertas de polvo de ladrillo, añejo, de un ladrillo milenario que edifica un castillo milenario. Allí conviven la Madama de Cristal con un Fiel servidor de lengua larga que sabe enrollarse entre sus caderas todas las noches.
En la recamara de la Madama, élla y el fiel servidor tremolan, se enredan en noches
Interminables de gemidos entrecortados, atizados por la llovizna matinal que deja pequeñas lagunas con sombras de arcoiris. Las arañas observan desde lo alto de la torre estos singulares episodios. Las cabras, embebidas en las copas de Cristal alzan sus pezuñas para celebrar esos furtivos encuentros. 
El servidor, en determinadas ocasiones, debe volver al bosque. No tiene más tiempo para estar en la recámara del castillo. Se pone la máscara y piérdese velozmente entre los pinos frescos del invierno.
La madama llora días enteros hasta que el agua le toca los tobillos. Ahí es cuando Dina, su gata (que en verdad la robó a Alicia mientras ésta dormia) empieza a ronronear y a lamer su muslo,  que tiene ya un poco de las gotas saladas del llanto. La madama deja a Dina en la mesa de luz, o mas bien la sacude de los hombros y Dina cae sobre el velador y deja allí el perfume de galletitas rellenas de frutilla y un cascabel.
Es hora del almuerzo para la Madama. Los sapos con peluca y medias hasta la rodilla la reciben con manjares cubiertos de naranja y merengue. Algún Setter irlandés ladra perdido entre las hojas secas.
La Madama toma una ligera taza de té rojizo, bien oscuro. La deja, y al rato la retoma para embeber unos scones. El reloj marca las dos de la tarde. Hora de poner el cabello en remojo dentro de la bañera, y quedarse soplando burbujas de jabón hasta las 7.  Se nota enseguida el momento en que empieza a anochecer en el castillo, porque los ladrillos se ponen fríos, tan fríos como los dedos indefensos que asoman por las sandalias de la Madama, y parece que ya es hora de cubrirlos con algunas pantuflas y camisón rosado. 
Al fin y al cabo, se trata de una  niña cuyo cuerpo esta irremediablemente condenado a crecer. 
El reloj da las 12. Se escuchan algunos relinchos desde el establo. Parece que es el percherón del servidor que vuelve a la hora señalada.

G.J.

sábado, 23 de julio de 2011

21


Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas.

Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato.

Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero.

Que cuando quieras decir: “Mi amor”, digas: “Pescado frito”; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas.

Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa.

Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.

Oliverio Girondo  (El espantapajaros, 1932)

jueves, 6 de enero de 2011

Alicia y Humpty Dumpty


 "(...) Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty-- es saber quién es el que manda..., eso es todo"


Lewis Carrol

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Real Love

All my little plans and schemes,
lost like some forgotten dreams.
Seems that all I really was doing
was waitin' for you.

Just like little girls and boys,
playing with their little toys.
Seems like all we really were doing
was waitin' for love.

Don't need to be alone,
No need to be alone.

It's real love, it's real,
Yes it's real love, it's real.

From this moment on I know,
exactly where my life will go.
Seems that all I really was doing
was waitin' for love.

Don't need to be afraid,
No need to be afraid.

It's real love, it's real,
Yes it's real love, it's real.

Thought I'd been in love before,
but in my heart I wanted more.
Seems like all I really was doing
was waitin' for you.

Don't to be alone,
No need to be alone.

It's real love, yeah it's real,
It's real love, it's real,
Yes, it's real love, it's real,
It's real love, it's real,
Yes it's real love, it's real,
It's real love, it's real,
Yes it's real love, it's real,
It's real love, it's real,
Yes it's real love....

8 de diciembre de 2010

sábado, 13 de noviembre de 2010

La boda

(...) La novia estaba muy bonita con un velo blanco lleno de flores de azahar. De pálida que estaba parecía un ángel. Luego cayó al suelo inanimada. De lejos parecía una cortina que se hubiera soltado. Muchas personas la socorrieron, la abanicaron, buscaron agua en el prebisterio, le palmotearon la cara. Durante un rato creyeron que había muerto; durante otro rato creyeron que estaba viva. La llevaron a la casa, helada como el mármol. No quisieron desvestirla ni quitarle el rodete para ponerla muerta en el ataúd.
Tímidamente, turbada, avergonzada, durante el velorio que duró dos días, me acusé de haber sido la causante de su muerte.
-¿Con qué la mataste, mocosa? -me preguntaba un pariente lejano de Arminda, que bebía café sin cesar.
-Con una araña -yo respondía.
Mis padres sostuvieron un conciliábulo para decidir si tenían que llamar a un médico. Nadie jamás me creyó. Roberta me tomó antipatía, creo que le inspiré repulsión y jamás volvió a salir conmigo. 

 "La Boda", Silvina Ocampo

viernes, 5 de noviembre de 2010

Jengibre temerario

A André Bretón y su escritura onírica

   ¿Porqué nadie sabe porqué las naranjas decantan en los bosques que se enredan cada tanto en madejas insoportables? Sabrá alguien como quitarlas de allí ni bien empiezan a ponerse impacientes y trepan de los árboles hasta las copas para dirigir la mirada hacia los transeúntes desprevenidos que se pasean por la rambla con estupideces varias que decidieron obtener tirando míseros dólares a las fauces del vendedor de turno. No es posible que esto suceda a las naranjas que se visten así porque ya no les queda consuelo de llorar tanto jugo a esta altura del año. El sapo las mira plácido, cómodo desde su estanque de agua verde. Desenrolla una lengua pegajosa donde quedan atrapados cientos de mosquitos pero la lengua no alcanza ni por decenas de metros la copa de los arboles. Los sapos quieren las naranjas, pero claro, no pueden comerlas y menos de un bocado, sino que se contentan ya con lamer su contextura, con rozar su lengua por su cuerpo, a todas luces, naranja. Y las libélulas se pasean incrédulas de aquel espectáculo que ven sus ojos oblicuos. Un desfiladero de hormigas se detiene a observar la quijotesca hazaña del sapo, porque así se ve al sapo, obstinado, sin detener lo que ya empezó madrugadas atrás y que a esta altura es un intento vano, digo, el de querer desprender aunque sea una naranja del árbol con la fuerza de su lengua. El lémur se ríe a carcajadas para suplantar a la hiena y un insecto aún no clasificado (porque se sabe hay cientos de miles) cuchichea con otro que sí fue clasificado pero cuyo nombre cambiaron tantas veces en los manuales escolares que ya no se sabe quien es. Una naranja se balancea, una, dos, tres, cuatro veces, y parece que al fin va a desprenderse con una última estocada de la lengua del sapo pero ahí mismo la araña de 9 patas la envuelve en la telaraña que es su baba, y de un tirón se va al fondo del estanque con naranja y todo.
El sapo la mira caer, la libélula se va corrida por el espanto. El desfiladero de hormigas sigue su curso, los insectos inclasificados son aplastados por una bota y el lémur sigue riéndose sin parar, tanto que cede a las ganas incontenibles de hacer pis en todo el estanque…
G.J.